lunes, 26 de enero de 2009

El balcón



Es de madrugada, la cortina vuela con el viento en medio de la oscuridad y en un 4º piso aparecen sombras escondidas en la penumbra.

Uno, dos, tres, cuatro edificios y un balcón más allá enciende una luz, casi quejumbrosamente, filtrándose entre manchas de humedad, techos viejos y hollín de alguna vieja caldera en desuso.

El timbre del teléfono agita la pesada sensación de soledad que provocan las primeras horas del domingo. Hace calor en Buenos Aires. El teléfono vuelve a sonar. Insistentemente. Creo que sabe que él está ahí, y no va a rendirse. Responde en voz baja, y escucha. Cierra los ojos y piensa cómo llegó hasta ahí. En que momento pasó. Cuándo la magia se convirtió en este truco insolente que se apodera de cada segundo y lo vuelve insoportable.

No hace mucho tiempo atrás, era una voz amada. Y a pesar de todo, aún desea escucharla. Pero se oye tan distinta. Imperativa. Flagelante. Destructiva. Pero atiende, otra vez tiene la ilusión de que esta vez, puede ser distinto.

Me distraen un par de pasos que golpean el granito de la escalera. Otra vez dejaron la puerta del ascensor abierta en el 5º. Son dos personas. Un hombre y una mujer. Un paso es pesado, plano, firme; el otro es suave, agudo y ligero. Es la pareja del 9º B. Seguramente regresan de esa fiesta de la que hablaban ayer cuando los encontré en el vestíbulo. ¿Se habrá puesto la corbata roja con el saco azul?... seguramente… es del tipo clásico, de esos a los que los asustan los cambios.

La sombra en el balcón de enfrente va y viene de lado a lado. La cabeza baja. Una mano sostiene el celular. El otro brazo cae al costado del cuerpo, sin fuerzas. Agotado.

El cielo está cargado de calor. Pesado. Como un manto invernal que cubre a deshora las espaldas de las nubes.

Una ráfaga suavecita mueve la cortina en una danza apenas a compás. Falta aire. Un vaso de agua fría me va a calmar la sed. ¿Le agrego limón?... ¿habré comprado limones esta tarde?... Que lindos ojos tenía el verdulero. Preciosos ojos. Me juego la vida que es hijo de italianos. De los del norte, altos, mas austriacos o yugoslavos que tanos.

Me distrae la luz del balcón. Sigue prendida como en señal de protesta. ¿No estará cansado?... ¿Qué habrá hecho hoy?... lo he observado de día y lo veo llegar muy tarde a la noche. Parecen dos personas distintas. ¿Será actor?... es parecido al de la tele, al del programa de deportes que pasan los domingos por canal 7. No, no… para mí que es actor, o vendedor de automóviles.

Muy cerca debe haber un salón de baile, o un bar peruano, de esos que tienen música hasta muy tarde. Algunas voces cantan y se acoplan a los acordes. Desafinan un poco. No. Desafinan mucho… ¡cómo desafinan!!!

Si estuviera en Elordi, ahora escucharía las voces de los grillos al pie de la ventana, y el canto de alguna rana jugando en el charco que dejan las gotas que caen de la canilla del patio.

Acá solo escucho sirenas ululando por ahí, corridas, un par de gritos, algunas risas mezcladas con alcohol y el llanto de un bebé al que seguramente le duele la panza. Seguro que es una mamá primeriza. Siempre nos lloran los bebés los primeros días. Debería acercarse más para que la huela. El olor de mamá es único. Y hace que dejen de llorar. A menos que le duela la panza. Tendría que hacerle masajitos con las piernas. Ufff qué calor que hace… el correo no marca ningún mensaje nuevo. Se ve que todos están durmiendo. Menos la pareja que llegó hace un rato, el bebé que llora, la mamá que da vueltas, la policía que corre, los floggers que se ríen, el solitario del balcón de enfrente y yo.

Buenos Aires no duerme, es una noctámbula empedernida pugnando por historias. Colecciona memorias. Devora recuerdos. Y guarda nostalgias. Buenos Aires es ese balcón, encendido como un faro mientras el teléfono suena y el deseo se espanta.

lunes, 5 de enero de 2009

Piel de agua















Puedo respirar

sumar misterios

girar en falso

o dejar la huella

de los pies en el barro

ya cae agua del cielo

y no es azul

resbala sobre tu piel

y brilla

el reflejo de la luna

derrite los bordes

el viaje continúa

con humedad

sin prisa

entre suspiros

y ráfagas de mar

y de río

con los ojos vivos.



miércoles, 3 de diciembre de 2008

El cielo tuvo dos luceros



La noche del lunes 1º de diciembre, la Luna, Venus y Júpiter se agruparon en una pequeña zona del cielo, formando un “triángulo” y nos regaló un espectáculo de impactante belleza. Pasarán muchos años antes de que los 3 astros más brillantes del cielo nocturno vuelvan a aparecer tan juntos.

Desde varias semanas atrás, Venus (el famoso “lucero”) y Júpiter, dominaron los anocheceres, brillando intensamente en el cielo del Oeste. Día a día, los dos planetas fueron achicando la brecha de cielo que los separa (debido a la combinación de sus movimientos y el de la Tierra en torno al Sol).

Pero el lunes, Venus y Júpiter alcanzaron su mayor acercamiento (aparente), formando un “doble lucero”, estuvieron en “conjunción”, separados apenas por 2°. Las conjunciones Venus-Júpiter son de por sí muy notables: son el segundo y tercer astro más brillante del cielo nocturno, después de la Luna. Pero se dan cada uno o dos años. Mucho más raro, aún, es que durante una conjunción Venus-Júpiter, la Luna pase justo a ellos. Todo eso ocurrió el lunes…

Así se vieron desde el patio de mi casa…




miércoles, 26 de noviembre de 2008

Comienza un sueño...


El sueño de mi hijo Nicolás recién empieza... Quisiera que lo acompañaran en este vuelo...

lunes, 27 de octubre de 2008

Don Lucero



Arriba el cielo, abajo la tierra, y en medio los ojos de don Lucero. Así lo encontramos. Apoyado en su herramienta mientras veía como pasaba nuestro auto a pocos metros de su casa.
Quizá fue su mirada, que se veía mucho más profundamente que sus ojos, lo que hizo que decidiéramos parar.
Accedió a las fotos con la misma inocencia que un chico, casi como parte de un juego. A un costado de la casa, un sulky descansaba de años de trajines por caminos de polvaredas húmedas y vientos fríos. Un par de gallinas, dos o tres lechones, verduras en la quinta, prolija, impecable, casi de catálogo.
Don Lucero nos dá la mano. Manos ásperas de pelearle a la tierra, al agua salada y a las heladas de julio. Se sienta bajo la planta y nos permite inmortalizarlo. Ahora ya es un prócer, de esos que hay tantos, perdidos en estos pueblitos de apenas veintitantos habitantes, para quienes el futuro es despertar cada madrugada, cuando canta el gallo.

Entre dos mundos




La sociedad se divide en dos mundos. Uno tecnificado, repleto de tips, de códigos, de contraseñas, de modelos que hay que seguir si la idea es pertenecer a él. El otro, básico, terrenal, a cielo abierto, con mas necesidades que ambiciones.
Un mundo espera el aumento de la bolsa; el otro simplemente que llueva.
Un mundo se pinta de floggers, de bloggers, de clicks, de cámaras que se encienden y de maquillajes que tapan los rostros.
El otro mundo tiene olor a tierra mojada, a animales picoteando los granos caídos alrededor de las bolsas, surcos de un pico y rostros enjugados en el sudor de una tarde calurosa de octubre.
Y ahí, entre esos dos mundos, navegando entre una costa y la otra, el hogar de don Lucero.
Una vieja cortina de color naranja se mueve con la brisa del mediodía y un poco más arriba, desafiando a su propio destino, la antena se prepara para decodificar las imágenes de ese mundo que sólo aparece en la televisión...

Elordi, Sábado 25 de Octubre de 2008

Atardecer en Villegas





El sol del sábado estaba a punto de desaparecer en el horizonte...
El camino nos ofrecía un espectáculo cotidiano, imponente y rojizo.
La belleza de la naturaleza que nos conmueve con silencios,
espejos de lo que soñamos al caer cada tarde...
Sábado 25 de Octubre de 2008




domingo, 28 de septiembre de 2008

Te protegerán mis alas



No tengas miedo al viento.
Mis alas se desplegarán para cubrirte
y aún en pleno vuelo
en busca de la primavera
protegerán tu cuerpo.
No tengas miedo a la oscuridad.
Mis alas se abrirán al sol
y te llenarán de luz
y aún en pleno vuelo
en busca de la primavera
harán que brillen tus ojos.
No tengas miedo a la tormenta.
Mis alas estarán sobre ti
cubriéndote
envolviéndote.
Mis alas sueñan
se enredan
y aún en pleno vuelo
cuando caigan cien plumas
mis alas te abrazarán
y crecerán
para continuar el vuelo
llevándote entre ellas.
Sin soltarte.
Sin dejarte caer.

lunes, 4 de agosto de 2008

Infarto masivo


Esta noche puedo perderte en esta pugna con el destino, por tratar de encontrarte. El cielo es apenas una mancha oscura de tormenta que no deja ver mis perlas cicatrizadas. Sólo aparecen insolentes manchas de tinta entre las que resbalan lágrimas de nácar.

Te vas sin verme. Te dormís por última vez sin mirarme. Sin quitarme luz. Estoy arrodillada. Te acaricio. Te grito. Herida en una habitación, sin darme tiempo a espantar las culebras malditas.

Ni siquiera la brisa puede ayudarme a darte aire. No se arremolinó, no te llenó de viento el alma. No valen las memorias perdidas. No alcanzan para sostener la puerta de madera infranqueable que se cierra.

No te das cuenta? Te escapás y las cosas quedan pudriéndose en la heladera. Una llamada en el sueño. Y yo estoy sin vos. Sin que nadie me despierte respuestas dormidas. Te acaricio. Te grito. Te pido que no te escapes. Te regalo al oído la música de las películas de Fellini, el trino de la voz del gorrión de París y hasta intento resolver aquel teorema que nunca entendí.

No te vayas. No te dejes caer vos también en esa boca de tormenta llena de barro, que ya me robó tantos amaneceres. Hablame. Hago lo que quieras. Me reinvento. Te llamo por teléfono si querés. Elegimos la comida del jueves y la del domingo.

Te acaricio. Te pido. Te grito. Me quedo así, abrazada a vos. Quizá crea que estamos las dos dormidas y pase de largo. Y se vaya. Quizá la muerte se distraiga si nos ve quietitas, con los ojos cerrados.

Hay una larga lista de cosas para hacer mañana. Y todas te esperan.

Mirame. Respirame. ¿No pueden apurarse?... No quiero ver fantasmas subiendo la escalera. Llamame de nuevo. Comete las uñas. Dejá la puerta abierta si querés. Pero mirame. Respirame de nuevo.

Y si pongo la foto de la abuela? Si ella te hacía caso, a lo mejor me hace caso a mí también.

Te acaricio de nuevo. La vida se arremolina alrededor de este hielo. No suma, no multiplica. Solo divide, solo resta. Diástole de la sístole. Hago presión sobre el pecho y queda la marca. Respiro fuerte. Y exhalas esta vez. Una vez. Dos veces. Y ni una más.

Dónde golpeo? A quién le grito? Quién me escucha? Ni siquiera tengo preguntas. Me quedé sin respuestas. Tu nuca irresucitable no me responde. La carrera de agujas se frenó de golpe. Siempre adelantado tu reloj. Siempre un paso más adelante. Por eso no llegué. No vas a mirarme.

Y te acaricio. Hace frío. Y no hay jazmines en julio. Una cuchara. Un plato vacío. El libro abierto. El lápiz sobre la mesa y vos inmóvil. La oscuridad viaja con sirena y sopla una partida sin despedida. Jaque mate. Partida terminada. Me quedo acurrucada sobre vos. Te acaricio. Te pierdo. No alcanza mi abrazo. Y te pierdo.

martes, 8 de julio de 2008

Hasta el infinito


Tontas esperas

sin otoños dorados.

Un invierno de luz

un reflejo encantado.

Ruido a locura

en mi laberinto
espejado.
Una palabra.

Un vuelco.

Recuerdos sin memoria.

Memoria sin tiempo.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Soñá...

Para Letizia, Noviembre de 1989

Soñá bebe,
soñá que volás,
que llevás con vos
todos los colores del tiempo.
Soñá bebé,
soñá que jugás
en el cielo.
Soñá bebe,
soñá que dibujás el día
con el chocolate blando
de tus dedos.
Soñá que soñás
volver a casa.
Soñá bebe,
soñá por mi
que yo no puedo.

jueves, 15 de mayo de 2008

Retrato


Cada estrella que brilla
se me antoja un mensaje
de tu cielo.
Un pájaro azul canta
notas escapadas
del corazón.
Cada lágrima que veo
se aparece en mis ojos,
mágica,
como una centésima
parte de tu mar.
Las luces que se apagan
dibujan laberintos
en la calle
y la brisa nocturna
me cuenta al oído
el secreto de tu aliento.
Las hojas crujen
bajo mis pies.
Una ventana se ilumina.
Vuelvo a pintar el sol.

lunes, 28 de abril de 2008

Recuerdos de Granada


El otro lado del mundo se hacía tan inalcanzable que se me aparecía como la imagen intermitente de esos sueños en los que, a pesar del esfuerzo por llegar a su final, corremos siempre en el mismo lugar.
Los sentidos me dictan frases maravillosas que mi mano no logra descifrar y apenas garabatea estas letras en papel.
Esta noche mis pies tocaron la arena del Mediterráneo, se embebieron en su espuma salada y se enredaron en una madeja de algas traviesas que escapaban de la marea. El mar me habla en una caricia fresca, y aquí estoy, bajo este cielo de junio grabando la huella de mis pasos en la playa.
Al llegar, una luna gigante me guiñó un ojo en la carretera de Madrid, mientras abría la puerta de todos mis sueños, y pintaba de mil colores el cielo, recortando las figuras caprichosas de las sierras.
Siento que la piel se me eriza y un escalofrío me invade por completo. Mil lágrimas contenidas pugnan por escapar y humedecen mis ojos… es que a veces la vida golpea tan duro que uno aprende refugiarse tan profundamente dentro de si mismo para evitar un nuevo dolor, que de tanta soledad, se olvida de la belleza de las cosas simples, de la aventura de vivir a corazón abierto para que el sol de cada amanecer y las estrellas de cada noche iluminen con rayos de oro y plata, los miedos escondidos bajo la piel.
Esta vez me animo a soñar, me atrevo a recorrer mi sueño. Me arriesgo a imaginar a los personajes que llenaron toda mi vida, envueltos en la penumbra silenciosa de las calles de Granada, jugando a las escondidas entre los muros forjados y los jardines verdes de la fortaleza, como una guía incólume, infinita, sin tiempo ni espacio real que la contenga.
Dejo caer mis párpados para que el silencio de la noche me regale sus imágenes. El sonido tintineante y claro del agua que corre bajo mis pies y por sobre mi cabeza, me envuelve en una paz que nunca conocí. Como si fuera la sombra de mi misma, como si me hubiera esperado siempre a que pudiese sentirla.
Me dejo llevar por los fantasmas que cabalgan en lo alto y desde allí vigilan que la historia no se olvide. En un solo parpadeo, un morisco de ojos profundos alza su caballo ante mí y me tiende la mano. En mi sueño, comienzo la recorrida por esta ciudad que guarda celosamente secretos encantados y que esta noche descubriré, abrazada a un fantasma. Observo su figura recortada en la oscuridad y pienso si tal vez no sea el mismo jinete que dictó en noches insomnes las historias fantásticas de Irving en sus Cuentos de la Alhambra.
Entre una luz que se enciende y otra que se apaga, casi puedo comprender la tristeza infinita de Manuel de Falla, impregnada en una música tan bella como melancólica, creada en su exilio en Argentina. Mezclado entre las flores rojas que cuelgan de los balcones, adivino el brillo de los ojos de Federico García Lorca, encantando la pluma con sus versos gitanos, cargados de una inagotable pasión por la vida y de exaltación por la libertad. Esa misma y terca pasión que regó el suelo granadino con la sangre de un hombre que vivió la vida que le robaron y murió para convertirse en un poema eterno.
Así es Granada, tierra escarpada de imágenes, de luchas y de amores furtivos. Y en medio de todo, testigo del honor y de la traición, de la destrucción y de la ilusión, la fortaleza permanece siempre allí, protegida por un mismo Dios con diferentes nombres. Erigida como un gigante que nos recuerda a cada instante quiénes somos.
La Alhambra desató todos mis recuerdos dormidos, todos los paisajes que cargaron en la memoria mis orígenes españoles e intuyo, quizá porque siento la sangre hervir en mis venas, que algún moro de ojos negros, parecido al fantasma que hoy me acompaña, dejó correr su pasión generaciones atrás e inmortalizó su sello en mí.
Las callecitas angostas que se pierden entre perfumes a tabaco y aceite me devuelven la imagen espejada de una mujer que busca sus raíces. Una mujer que confió sus sueños al mar y en cada resaca los libera, y los convierte en realidad. Una mujer que al fin entiende que el pasado es una película en blanco y negro que queda grabada en un rincón de la memoria genética, disparada para proyectarse a todo color en un instante que perdura y en el deseo de seguir buscando la felicidad.
Se que soy esa mujer que hoy descubre quién es y ahora entiendo por qué la sal del Mediterráneo hace estallar mis sensaciones. Bendita sea esta tierra impregnada de historias de abuelos cargadas de añoranzas y de olores a malvones e incienso. Bendita sea por esperar a que pudiera correr en busca de mis sueños y por guardarlos celosamente para mí.
Gracias por sacudir mi melancolía, por acelerar mis latidos, por aguardarme, y por darme la bienvenida. Gracias a los fantasmas de otros siglos, a los jinetes de sangre caliente, a los palacios de príncipes traicionados, a la magia de los nenúfares que danzan en el agua y a la gitana que puso en mi mano una ramita de romero con aroma a ilusión.


Julio de 2006 – Santomera - España