La noche del lunes 1º de diciembre, la Luna, Venus y Júpiter se agruparon en una pequeña zona del cielo, formando un “triángulo” y nos regaló un espectáculo de impactante belleza. Pasarán muchos años antes de que los 3 astros más brillantes del cielo nocturno vuelvan a aparecer tan juntos.
Desde varias semanas atrás, Venus (el famoso “lucero”) y Júpiter, dominaron los anocheceres, brillando intensamente en el cielo del Oeste. Día a día, los dos planetas fueron achicando la brecha de cielo que los separa (debido a la combinación de sus movimientos y el de la Tierra en torno al Sol).
Pero el lunes, Venus y Júpiter alcanzaron su mayor acercamiento (aparente), formando un “doble lucero”, estuvieron en “conjunción”, separados apenas por 2°. Las conjunciones Venus-Júpiter son de por sí muy notables: son el segundo y tercer astro más brillante del cielo nocturno, después de la Luna. Pero se dan cada uno o dos años. Mucho más raro, aún, es que durante una conjunción Venus-Júpiter, la Luna pase justo a ellos. Todo eso ocurrió el lunes…
Arriba el cielo, abajo la tierra, y en medio los ojos de don Lucero. Así lo encontramos. Apoyado en su herramienta mientras veía como pasaba nuestro auto a pocos metros de su casa. Quizá fue su mirada, que se veía mucho más profundamente que sus ojos, lo que hizo que decidiéramos parar. Accedió a las fotos con la misma inocencia que un chico, casi como parte de un juego. A un costado de la casa, un sulky descansaba de años de trajines por caminos de polvaredas húmedas y vientos fríos. Un par de gallinas, dos o tres lechones, verduras en la quinta, prolija, impecable, casi de catálogo. Don Lucero nos dá la mano. Manos ásperas de pelearle a la tierra, al agua salada y a las heladas de julio. Se sienta bajo la planta y nos permite inmortalizarlo. Ahora ya es un prócer, de esos que hay tantos, perdidos en estos pueblitos de apenas veintitantos habitantes, para quienes el futuro es despertar cada madrugada, cuando canta el gallo.
La sociedad se divide en dos mundos. Uno tecnificado, repleto de tips, de códigos, de contraseñas, de modelos que hay que seguir si la idea es pertenecer a él. El otro, básico, terrenal, a cielo abierto, con mas necesidades que ambiciones. Un mundo espera el aumento de la bolsa; el otro simplemente que llueva. Un mundo se pinta de floggers, de bloggers, de clicks, de cámaras que se encienden y de maquillajes que tapan los rostros. El otro mundo tiene olor a tierra mojada, a animales picoteando los granos caídos alrededor de las bolsas, surcos de un pico y rostros enjugados en el sudor de una tarde calurosa de octubre. Y ahí, entre esos dos mundos, navegando entre una costa y la otra, el hogar de don Lucero. Una vieja cortina de color naranja se mueve con la brisa del mediodía y un poco más arriba, desafiando a su propio destino, la antena se prepara para decodificar las imágenes de ese mundo que sólo aparece en la televisión...
El sol del sábado estaba a punto de desaparecer en el horizonte... El camino nos ofrecía un espectáculo cotidiano, imponente y rojizo. La belleza de la naturaleza que nos conmueve con silencios, espejos de lo que soñamos al caer cada tarde... Sábado 25 de Octubre de 2008
No tengas miedo al viento. Mis alas se desplegarán para cubrirte y aún en pleno vuelo en busca de la primavera protegerán tu cuerpo. No tengas miedo a la oscuridad. Mis alas se abrirán al sol y te llenarán de luz y aún en pleno vuelo en busca de la primavera harán que brillen tus ojos. No tengas miedo a la tormenta. Mis alas estarán sobre ti cubriéndote envolviéndote. Mis alas sueñan se enredan y aún en pleno vuelo cuando caigan cien plumas mis alas te abrazarán y crecerán para continuar el vuelo llevándote entre ellas. Sin soltarte. Sin dejarte caer.
Esta noche puedo perderte en esta pugna con el destino, por tratar de encontrarte. El cielo es apenas una mancha oscura de tormenta que no deja ver mis perlas cicatrizadas. Sólo aparecen insolentes manchas de tinta entre las que resbalan lágrimas de nácar.
Te vas sin verme. Te dormís por última vez sin mirarme. Sin quitarme luz. Estoy arrodillada. Te acaricio. Te grito. Herida en una habitación, sin darme tiempo a espantar las culebras malditas.
Ni siquiera la brisa puede ayudarme a darte aire. No se arremolinó, no te llenó de viento el alma. No valen las memorias perdidas. No alcanzan para sostener la puerta de madera infranqueable que se cierra.
No te das cuenta? Te escapás y las cosas quedan pudriéndose en la heladera. Una llamada en el sueño. Y yo estoy sin vos. Sin que nadie me despierte respuestas dormidas. Te acaricio. Te grito. Te pido que no te escapes. Te regalo al oído la música de las películas de Fellini, el trino de la voz del gorrión de París y hasta intento resolver aquel teorema que nunca entendí.
No te vayas. No te dejes caer vos también en esa boca de tormenta llena de barro, que ya me robó tantos amaneceres. Hablame. Hago lo que quieras. Me reinvento. Te llamo por teléfono si querés. Elegimos la comida del jueves y la del domingo.
Te acaricio. Te pido. Te grito. Me quedo así, abrazada a vos. Quizá crea que estamos las dos dormidas y pase de largo. Y se vaya.Quizá la muerte se distraiga si nos ve quietitas, con los ojos cerrados.
Hay una larga lista de cosas para hacer mañana. Y todas te esperan.
Mirame. Respirame. ¿No pueden apurarse?... No quiero ver fantasmas subiendo la escalera. Llamame de nuevo. Comete las uñas. Dejá la puerta abierta si querés. Pero mirame. Respirame de nuevo.
Y si pongo la foto de la abuela? Si ella te hacía caso, a lo mejor me hace caso a mí también.
Te acaricio de nuevo. La vida se arremolina alrededor de este hielo. No suma, no multiplica. Solo divide, solo resta. Diástole de la sístole. Hago presión sobre el pecho y queda la marca. Respiro fuerte. Y exhalas esta vez. Una vez. Dos veces. Y ni una más.
Dónde golpeo? A quién le grito? Quién me escucha? Ni siquiera tengo preguntas. Me quedé sin respuestas. Tu nuca irresucitable no me responde. La carrera de agujas se frenó de golpe. Siempre adelantado tu reloj. Siempre un paso más adelante. Por eso no llegué. No vas a mirarme.
Y te acaricio. Hace frío. Y no hay jazmines en julio. Una cuchara. Un plato vacío. El libro abierto. El lápiz sobre la mesa y vos inmóvil. La oscuridad viaja con sirena y sopla una partida sin despedida. Jaque mate. Partida terminada. Me quedo acurrucada sobre vos. Te acaricio. Te pierdo. No alcanza mi abrazo. Y te pierdo.
Tontas esperas sin otoños dorados. Un invierno de luz un reflejo encantado. Ruido a locura en mi laberinto espejado. Una palabra. Un vuelco. Recuerdos sin memoria. Memoria sin tiempo.
El otro lado del mundo se hacía tan inalcanzable que se me aparecía como la imagen intermitente de esos sueños en los que, a pesar del esfuerzo por llegar a su final, corremos siempre en el mismo lugar. Los sentidos me dictan frases maravillosas que mi mano no logra descifrar y apenas garabatea estas letras en papel. Esta noche mis pies tocaron la arena del Mediterráneo, se embebieron en su espuma salada y se enredaron en una madeja de algas traviesas que escapaban de la marea. El mar me habla en una caricia fresca, y aquí estoy, bajo este cielo de junio grabando la huella de mis pasos en la playa. Al llegar, una luna gigante me guiñó un ojo en la carretera de Madrid, mientras abría la puerta de todos mis sueños, y pintaba de mil colores el cielo, recortando las figuras caprichosas de las sierras. Siento que la piel se me eriza y un escalofrío me invade por completo. Mil lágrimas contenidas pugnan por escapar y humedecen mis ojos… es que a veces la vida golpea tan duro que uno aprende refugiarse tan profundamente dentro de si mismo para evitar un nuevo dolor, que de tanta soledad, se olvida de la belleza de las cosas simples, de la aventura de vivir a corazón abierto para que el sol de cada amanecer y las estrellas de cada noche iluminen con rayos de oro y plata, los miedos escondidos bajo la piel. Esta vez me animo a soñar, me atrevo a recorrer mi sueño. Me arriesgo a imaginar a los personajes que llenaron toda mi vida, envueltos en la penumbra silenciosa de las calles de Granada, jugando a las escondidas entre los muros forjados y los jardines verdes de la fortaleza, como una guía incólume, infinita, sin tiempo ni espacio real que la contenga. Dejo caer mis párpados para que el silencio de la noche me regale sus imágenes. El sonido tintineante y claro del agua que corre bajo mis pies y por sobre mi cabeza, me envuelve en una paz que nunca conocí. Como si fuera la sombra de mi misma, como si me hubiera esperado siempre a que pudiese sentirla. Me dejo llevar por los fantasmas que cabalgan en lo alto y desde allí vigilan que la historia no se olvide. En un solo parpadeo, un morisco de ojos profundos alza su caballo ante mí y me tiende la mano. En mi sueño, comienzo la recorrida por esta ciudad que guarda celosamente secretos encantados y que esta noche descubriré, abrazada a un fantasma. Observo su figura recortada en la oscuridad y pienso si tal vez no sea el mismo jinete que dictó en noches insomnes las historias fantásticas de Irving en sus Cuentos de la Alhambra. Entre una luz que se enciende y otra que se apaga, casi puedo comprender la tristeza infinita de Manuel de Falla, impregnada en una música tan bella como melancólica, creada en su exilio en Argentina. Mezclado entre las flores rojas que cuelgan de los balcones, adivino el brillo de los ojos de Federico García Lorca, encantando la pluma con sus versos gitanos, cargados de una inagotable pasión por la vida y de exaltación por la libertad. Esa misma y terca pasión que regó el suelo granadino con la sangre de un hombre que vivió la vida que le robaron y murió para convertirse en un poema eterno. Así es Granada, tierra escarpada de imágenes, de luchas y de amores furtivos. Y en medio de todo, testigo del honor y de la traición, de la destrucción y de la ilusión, la fortaleza permanece siempre allí, protegida por un mismo Dios con diferentes nombres. Erigida como un gigante que nos recuerda a cada instante quiénes somos. La Alhambra desató todos mis recuerdos dormidos, todos los paisajes que cargaron en la memoria mis orígenes españoles e intuyo, quizá porque siento la sangre hervir en mis venas, que algún moro de ojos negros, parecido al fantasma que hoy me acompaña, dejó correr su pasión generaciones atrás e inmortalizó su sello en mí. Las callecitas angostas que se pierden entre perfumes a tabaco y aceite me devuelven la imagen espejada de una mujer que busca sus raíces. Una mujer que confió sus sueños al mar y en cada resaca los libera, y los convierte en realidad. Una mujer que al fin entiende que el pasado es una película en blanco y negro que queda grabada en un rincón de la memoria genética, disparada para proyectarse a todo color en un instante que perdura y en el deseo de seguir buscando la felicidad. Se que soy esa mujer que hoy descubre quién es y ahora entiendo por qué la sal del Mediterráneo hace estallar mis sensaciones. Bendita sea esta tierra impregnada de historias de abuelos cargadas de añoranzas y de olores a malvones e incienso. Bendita sea por esperar a que pudiera correr en busca de mis sueños y por guardarlos celosamente para mí. Gracias por sacudir mi melancolía, por acelerar mis latidos, por aguardarme, y por darme la bienvenida. Gracias a los fantasmas de otros siglos, a los jinetes de sangre caliente, a los palacios de príncipes traicionados, a la magia de los nenúfares que danzan en el agua y a la gitana que puso en mi mano una ramita de romero con aroma a ilusión.
Israel Kamakawiwo‘ole (se pronuncia: ka ma ka vi vo olai) fue un popular cantante hawaiano hasta que murió a los 38 años, en 1997, víctima de problemas respiratorios y cardíacos producto de su extrema obesidad.
Conocido como Iz, se dio a conocer fuera de Hawai cuando su disco Facing Future salió a la venta en 1993 incluyendo su potpourri que fusiona los antiguos clásicos "Somewhere Over the Rainbow / What a Wonderful World".
La combinación de estas maravillosas canciones ha sido parte del arreglo musical de varias películas, entre las que se cuentan: Descubriendo a Forrester, ¿Conoces a Joe Black?, 50 primeras citas, así como capítulos de la serie de televisión ER.
Realmente, este hawaiano me ha provocado una particular e intensa dulzura que espero ustedes también reciban al conocerlo. Yo he pasado toda la semana escuchando atentamente cada canción de este disco y les aseguro que ya está en un rincón de mis elegidos. Sencillamente maravilloso.
No pretendo que mis letras lleguen a todos, pero si uno solo es capaz de sentir con este puñado de palabras que salen de mi alma, entonces ya está... Ese es el milagro. El laberinto de espejos donde esperamos encontrarnos alguna vez reflejados. Bienvenidos a mi mundo...