lunes, 27 de octubre de 2008

Don Lucero



Arriba el cielo, abajo la tierra, y en medio los ojos de don Lucero. Así lo encontramos. Apoyado en su herramienta mientras veía como pasaba nuestro auto a pocos metros de su casa.
Quizá fue su mirada, que se veía mucho más profundamente que sus ojos, lo que hizo que decidiéramos parar.
Accedió a las fotos con la misma inocencia que un chico, casi como parte de un juego. A un costado de la casa, un sulky descansaba de años de trajines por caminos de polvaredas húmedas y vientos fríos. Un par de gallinas, dos o tres lechones, verduras en la quinta, prolija, impecable, casi de catálogo.
Don Lucero nos dá la mano. Manos ásperas de pelearle a la tierra, al agua salada y a las heladas de julio. Se sienta bajo la planta y nos permite inmortalizarlo. Ahora ya es un prócer, de esos que hay tantos, perdidos en estos pueblitos de apenas veintitantos habitantes, para quienes el futuro es despertar cada madrugada, cuando canta el gallo.

Entre dos mundos




La sociedad se divide en dos mundos. Uno tecnificado, repleto de tips, de códigos, de contraseñas, de modelos que hay que seguir si la idea es pertenecer a él. El otro, básico, terrenal, a cielo abierto, con mas necesidades que ambiciones.
Un mundo espera el aumento de la bolsa; el otro simplemente que llueva.
Un mundo se pinta de floggers, de bloggers, de clicks, de cámaras que se encienden y de maquillajes que tapan los rostros.
El otro mundo tiene olor a tierra mojada, a animales picoteando los granos caídos alrededor de las bolsas, surcos de un pico y rostros enjugados en el sudor de una tarde calurosa de octubre.
Y ahí, entre esos dos mundos, navegando entre una costa y la otra, el hogar de don Lucero.
Una vieja cortina de color naranja se mueve con la brisa del mediodía y un poco más arriba, desafiando a su propio destino, la antena se prepara para decodificar las imágenes de ese mundo que sólo aparece en la televisión...

Elordi, Sábado 25 de Octubre de 2008

Atardecer en Villegas





El sol del sábado estaba a punto de desaparecer en el horizonte...
El camino nos ofrecía un espectáculo cotidiano, imponente y rojizo.
La belleza de la naturaleza que nos conmueve con silencios,
espejos de lo que soñamos al caer cada tarde...
Sábado 25 de Octubre de 2008