viernes, 28 de marzo de 2008

Rodolfito


Tu rostro de hombre me miente
escondiendo tus ojos negros
en una carita de luna
que nunca perdiste.
Qué varita te acarició,
pequeño grande
para que no notes
la diferencia.
El tiempo cambió tus manos
pero no transformó tus caricias.
Qué estrella te guió,
pequeño grande.
para que tu alegría muda
me haga llorar.
Vives iluminando todo a tu paso
aún cuando no brillas,
y si te invade la tristeza
y brota de repente en una lágrima
a veces adivino el motivo.
Qué paredón se te impuso
pequeño grande,
que te envejece todo,
menos el alma
y el sentimiento.
Qué Dios te protege
que ningún mal te toca,
ningún mal de nosotros.
Que Dios te hizo muñeco,
para ser tan igual
y tan distinto a todos.

martes, 25 de marzo de 2008

Por qué


Me preguntas por qué.
Por qué te invento cada noche,

enredada en el silencio,
aún sabiendo que nunca
vas a acariciar
el hueco profundo de mi espalda.
Me preguntas por qué.
Por qué tiembla mi voz

cuando te imagino
en una caricia de palabras
que se traducen
delante de mis ojos.
Por qué.
Por qué te espero

después de tantas y
tantas lunas llenas
recortadas en la ventana,
brillando desde distintos cielos.
Y me preguntas por qué.
Por qué mis ojos se llenan de lluvia

aunque el mundo se convierta en brasa.
Por qué los espejos me devuelven

una fama perdida y un cronopio asustado.
Y me preguntas por qué.
Porque a pesar del tiempo.

Y de las memorias perdidas.
Y de los recuerdos encajonados.
Porque a pesar de mi.

Y a pesar de tu olvido.
Hoy cruzaría mil océanos de tiempo,
sólo para encontrarte.

viernes, 14 de marzo de 2008

Quiza mañana

Quiza sea mañana
cuando te atrevas
cuando te rebeles
cuando te decidas.
Quiza sea mañana
cuando abras tus alas
cuando mojes tus plumas
cuando dibujes un sobrevuelo.
Quiza sea mañana
que lances la carcajada
retenida
escondida
ahogada.
Quiza sea mañana.
Hoy no valió el riesgo
de ser feliz.

Usa protector solar

La luna y el mar


El cielo estaba inmóvil. El horizonte, apenas una línea que separaba el cielo de la soledad. La playa lloraba. Las infinitas cuentas de arena rodaban hacia ningún lado.
No había reflejo de luna porque el mar no existía. Un espacio profundo y oscuro se precipitaba hacia el final de la playa.
Dijo un poeta que la soledad es una amante inoportuna, una compañía solitaria, un camino circular que vuelve a empañar la mirada una y otra vez.
Un día, cuando la luna sentía que ya no podría brillar nunca más, una brisa de mar refrescó sus bordes. Nunca había sentido esa sensación. Apenas un instante que dejó la playa con espuma salada.
Sin embargo, la luna pensó que esa sensación había sido parte de un sueño y cerró los ojos, apagó la última luz que quedaba y secó sus lágrimas.
Cuando el sol empujaba, hacia el amanecer, la luna volvió a sentir esa brisa en la nariz. Y no era una ilusión. La brisa empezaba a despejar la niebla. El mar estaba, lejano, casi inalcanzable, pero estaba. El mar existía. Y el viento le traía en ráfagas, el aroma a sal.
El mar existía… no era una ilusión. El mar está, aunque todavía la luna no pueda apoyar sus bordes en el agua, el mar se acerca a la playa, que espera, como ha pasado toda la vida, espera la felicidad….

miércoles, 12 de marzo de 2008

Entre pieles



















El brillo de un instante
una estrella fugaz
una alegría contenida
una emoción perdida
un roce tibio.

La soledad distraída
una, dos, tres palabras unidas
una mirada con lluvia
un asalto a la boca.
Los sentidos en brindis
la piel estremecida
la desnudez sin prisa
tus bordes y mis límites.
Un contraste de tonos
cielo y mar
tierra y agua
cercanía y lejanía
otra estrella fugaz
un deseo en voz baja
y tu olor pegado a mi
esfumándose
en la mañana.

La soledad

La soledad es lo único particularmente mío que tengo, íntimamente mío, privado. Duerme acurrucada entre laberintos de espejos que me reflejan cada vez que me pierdo entre ellos.
Es un rito antiguo de juegos malabares que se escapan hacia arriba, caen de repente y siempre vuelven a inventar el esperado vuelo. Sostiene entre paredes invisibles pero firmes, los límites que delimitan nuestros sueños y de los que intentamos huir, a veces con éxito.
La soledad es el tiempo que se detiene, que no pasa, que soporta estocadas de libertad y permanece escondida, añorando el amor perdido, sufriendo el amor abandonado, sin miedo a una lágrima.
Da vueltas repetidamente sobre sí misma como una noria incansable y traza en el aire espirales de humo de cigarrillos viejos, un perfume gastado en alguna piel olvidada y roces abrasadores que quemaron pasiones de una sola estrella.
La soledad me recorre sin cansarse, como un amante que siente con los ojos abiertos y disfruta del brillo irrepetible de una mirada enamorada, cuando deja caer un gemido que se pierde en la oscuridad.
Esconde mis memorias desperdigadas entre recuerdos distraídos y las reúne para evitar el olvido. Me acompaña cuando la madrugada despide a la luna y hace menos fría la mañana.
La soledad no siente pánico, aguarda paciente a que el temblor se acabe y la humedad se seque de mis profundos lagos; rescata mis labios sellados y los protege, hasta que los empape el arrebato de un impulso salado.
Permanece a solas en mi compañía, hace largos silencios y de vez en cuando, se sienta en el borde, al lado mío, a preguntarme quien habita el otro lado de la cama. Las sábanas perfumadas saben reconocer mi huella, la forma de mi cuello y el hueco de mi espalda. Las almohadas han perdido la geografía de ese cuerpo que se dejaba caer sobre ellas, y que compartía ese lado, pero solo ese lado, sin sueños soñados.
La soledad me acuna cuando me vence el cansancio y me prepara para atravesar el puente de la próxima parada. Es mi señal de paz, mi luz guía, que espera sin esperar a que llegue el día.