lunes, 25 de febrero de 2008

Inalcanzable

Espero a que suene. Apenas uno. Sé que estás detrás de ese sonido. Imagino las manos, la yema de los dedos eligiendo cada letra. Los sentidos despiertan. La tristeza desaparece durante ese instante en que sucede. Estás ahí. Y esa milésima de segundo en que piensas en mí, me alcanza.
Un unicornio. Único.
Una vez leí que el universo conspira para que algunas cosas sucedan. Sé que conocerte fue una conspiración del universo. Que aparecieras de pronto, como una visión cósmica, casi de la nada, frenó una decisión sin retorno. Es que a veces, la soledad nos gana partidas importantes porque suele disfrazarse de angustia, de miedo, de fracaso, de frío…
Esos días exploraba a diario mis bordes y me acercaba a mis límites. Pero algo frenó el erróneo reconocimiento de mí misma. La ternura de un desconocido, la lejanía que me quitó del precipicio.
¿Volverá a sonar?
Confieso que todo se me aparece como un anagrama. Busco lo escondido, lo que no se ve. Trato de encontrar la respuesta, pero desde la ventana abierta solo veo luces intermitentes en la noche, un ruido sordo y quebrado que atraviesa el cielo y la lluvia, que gota a gota desnuda mi alma.
El corazón guarda los sentidos, los contiene como un guardián celoso. Y el cuerpo los reclama. Cada vez que te acercas desde tu lejanía los sentidos se escapan para apoderarse de todo. Casi puedo verte, cada vez que mis manos recorren el aire que puede tocarte. Es un laberinto de espejos que estallan. Un gran sonido. Un trueno. Un relámpago. La luz de una súper nova. La clara frescura de la luna.
Aquí me quedo. Elijo el lugar en que sé que existes. Simple. Debajo del cazador, observo como la pluma de faisán desintegra las pesadillas y la telaraña guarda los sueños para que se repitan, una y otra vez. Cien. Mil.
Es un anagrama. Y no se si quiero resolverlo. Lo prefiero así. Que guarde algo de mágico, algo de secreto, algo de inexplicable, algo de fantástico.
Dejo que suene. Una vez más. Sé que estás ahí. Ocupas un lugar en este espacio nuestro. Ni más acá, ni más allá. En este lugar. Un sitio común donde las voces se convierten en susurros.
Sé que ahora duermes. No quiero despertarte. Como un ángel transparente, de brisa y espuma de mar, dejo en tu almohada una caricia de mi alma.
Suelto el lápiz y sonrío. Calderón de la Barca dijo que “los sueños, sueños son”, y sé que es así. Sos el sueño más lindo que tengo. Y en ese lugar estarás siempre, cuidado, protegido, deseado. Sin lágrimas, sin miedos, sin preguntas. En un refugio de mi misma que nadie conoce y que nadie invade. En un espacio inalcanzable al que jamás te dejaré entrar cuando despunte el día. Al menos, hasta la próxima vida.

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